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Mi hermano William, el primer varón, fue siempre motivo de preocupación y sufrimiento para nuestra madre. Dondequiera nos mudáramos, encontraba nuevos “amigos”, que lo llevaban por malos caminos. No culminó sus estudios secundarios, lo que desanimó aún más los sueños y esperanzas de nuestra madre.
En mi afán por ayudarlo, mi esposo y yo pedimos la dirección divina, y decidimos que lo mejor para mi hermano sería llevarlo a Perú a estudiar en el Colegio Adventista. Esto era difícil de lograr, por nuestros escasos recursos económicos y los trámites legales para poder salir de Ecuador.
Decidida a enfrentar el desafío, acudí a las oficinas de gobierno para comenzar con el papeleo. Para mi consternación, no podía hacer nada sin la firma y las huellas digitales de mi hermano. Las clases comenzarían pronto, lo que me dejaba escaso tiempo para tenerlo todo listo. Regresar a casa a buscarlo sería imposible, por la distancia, y porque mi hermano nunca estaba en casa. No sabía dónde ir a buscarlo, ni quién sabría su paradero. Impotente, inclinó mi rostro para orar. Allí, rodeada por la multitud, pedí al Señor que le concediera a mi hermano la oportunidad de conocer un ambiente diferente de lo acostumbrado, y que si le permitía estudiar en una institución cristiana, hiciera lo necesario para que yo lo encontrara.
Abrí mis ojos, comencé a caminar, y alguien tropezó conmigo. ¡Era mi hermano William! sorprendida, pero feliz, le pregunté:
—¿Qué haces aquí?
—No sé —él contestó – De repente tuve deseos de bajarme del autobús y venir por esta calle.
¡En una ciudad tan grande, solo Dios sabía dónde encontrarlo! Mi hermano finalmente pudo estudiar en una institución cristiana.
Esta experiencia me demostró dos cosas importantes: el amor incansable e incondicional de Dios por nosotros, y cuán presto está a escuchar nuestras oraciones. Dios nunca se da por vencido, y, al igual que con mi hermano, hará cualquier cosa por encontrarte.
Ximena Rivero.
Tomado de: “Jardines del Alma”Por: Diane de Aguirre.
Recordemos siempre esta gran promesa de nuestro Dios. " Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia" . Jeremías 31:3
 
                                                          JOHN CARLOS SOTIL LUJAN
                                    DIRECTOR DEL WEB BLOG REFLEXIONES PARA VIVIR

                                                     www.facebook.com/reflexionesparavivir



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