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La Historia de Beth Whaanga
Beth Whaanga es dueña de una exuberante belleza. Su melena es rubia como el sol; sus ojos azules compiten con la hermosura de una playa caribeña. A sus 33 años luce como una jovencita de veinte. Es poco menos que la mujer maravilla. El problema es que detrás de ese esplendor externo hay algo muy distinto: su cuerpo lleva sobre sí las marcas de su aguerrida lucha contra el cáncer.


A principios de 2014, Beth decidió mostrarle al mundo el lado oculto de su vida. En acuerdo con su esposo, subió dos fotografías a su cuenta de Facebook. En la primera luce imponente gracias al maquillaje y al regio vestido rojo que resalta su silueta; en la segunda salen a relucir las cicatrices de una mujer que ha logrado sobrevivir a una ardua batalla contra la terrible enfermedad. Al comparar las dos imágenes, el contraste no puede ser mayor; es como si fueran dos mujeres distintas. Lo que se ve por fuera, no es lo que hay por dentro.

¿Qué hay debajo de tu ropa? Aunque aparentes lucir frente al mundo como bueno y perfecto, la verdad es que por dentro somos como enfermos terminales que sufrimos los estragos provocados por el cáncer del pecado. Al describir nuestra condición, el profeta Isaías declaró: “De la punta del pie a la cabeza no hay nada sano en ustedes; todo es heridas, golpes, llagas abiertas; nadie se las ha curado ni vendado” (Isaías 1:6). Ese es el cuadro que detalla nuestra vida interior. Por eso nos conviene acudir a Dios, sin hipocresías, y admitir nuestra verdadera condición: somos pecadores.

Entonces, -te preguntarás- ¿qué hago ahora con esta enfermedad?
He aquí la solución: “Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana” (Isaías 1:18). No importa lo que haya debajo de tu ropa, Dios está listo para quitar todas esas cicatrices que el pecado te ha provocado. Si Satanás te acusa y te dice que eres un gran pecador, levántate, alza tu voz y dile: “Sí, soy un gran pecador, pero cuento con un gran Salvador”.


TOMADO DE : #VISITAMIMURO Por: J. Vladimir Polanco.


Que nuestra oración , mientras vivamos en este mundo, cada día sea: 
¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” (Lucas 18:13).


                                                          JOHN CARLOS SOTIL LUJAN

                                    DIRECTOR DEL WEB BLOG REFLEXIONES PARA VIVIR
                                            www.facebook.com/reflexionesparavivir



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